Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Renaciendo de las cenizas, como si de un relato mítico se tratara, Ricardo Rodríguez y su familia han tenido que desarrollar la capacidad de salir adelante luego de dos devastadores incendios que han intentado arrebatarle su medio de sustento.
Hace 24 años, este forastero llegó a la ciudad de la cordialidad en busca de una mejor calidad de vida, que para aquel entonces su país de origen no le podía proporcionar. Viajó solo desde Bogotá, Colombia, en 1999 para "probar suerte" en el Táchira, donde trabajó por algunos meses. Al darse cuenta que aquí ganaba unas cuatro veces más de lo que obtenía en el país vecino, decidió arriesgarse y montar su propio negocio en el arte que le apasionaba: el diseño y fabricación de muebles.
Primero se instaló en Capacho y un año más tarde en la séptima avenida de San Cristóbal, donde se encuentra actualmente. Poco a poco se fue ganando el aprecio y el reconocimiento de los habitantes del estado andino gracias a su maravilloso trabajo. Grandes empresas, restaurantes, discotecas y también humildes hogares han confiado en sus manos el diseño de sus muebles. Ricardo hace todo desde cero. El esqueleto, los brazos, las bases, los respaldos, los asientos y la tapicería de cada sillón es elaborado por él, su esposa y ayudantes de paso.
Durante muchos años, el éxito del local al que decidió llamar "Muebles San Diego" le permitió vivir cómodamente e instalarse definitivamente en Venezuela, pasando de tener sólo un permiso de trabajo a lograr conseguir la nacionalidad.
A unos cinco años de su llegada, un siniestro se presentó cuando ya estaba establecido en la séptima avenida de San Cristóbal. Según cuenta Ricardo, frente a su almacén existía un restaurante chino que para la época decembrina acostumbraba a colocar unos paneles para explotar pólvora y un 31 de diciembre, uno de esos paneles se cayó provocando un incendio que se propagó en su local y se extendió rápidamente debido a los materiales de origen orgánico, y por tanto combustible que se hallaban en el lugar.
Afortunadamente, los muebles que Ricardo había fabricado ya habían sido entregados y la mayoría de maquinaria se hallaba resguardada. Sin embargo, los daños fueron considerables en la estructura, así como en pérdidas materiales. Esto no fue un obstáculo para el artesano, ya que rápidamente recuperó lo que había perdido gracias a su esfuerzo y dedicación. Luego de este suceso, el trabajo continuó con normalidad diseñando, fabricando y hasta reparando muebles de sus fieles y satisfechos clientes.
Otra catástrofe
Al menos 19 años después de aquella tragedia, cuando Ricardo también había afrontado una crisis económica venezolana que lo mantenía luchando por sobrevivir, llegó un nuevo incendio que esta vez acabó con todo lo que tenía. Los años invertidos en esfuerzo y trabajo se vieron reducidos en cenizas en menos de una hora.
El 23 de noviembre del 2022, San Cristóbal amaneció con la trágica noticia de que el local de Ricardo Rodríguez se hallaba prendido en fuego. La comunidad dio el llamado a los bomberos, pero cuando la ayuda llegó era demasiado tarde: el techo, las paredes, puertas y ventanas habían sido consumidas dejando sólo en pie la fachada. La maquinaria, madera, telas, y demás herramientas de trabajo también se vieron reducidas.
Ricardo calcula al menos 30 mil dólares en pérdidas que lo dejaron con las manos cruzadas, con deudas y clientes que esperaban respuesta.
Nuevamente, el artesano tuvo que "guapear" como él lo describe, y a tan solo una semana de la tragedia hizo un techo con retazos de madera y una tela improvisada amarrada al único portón que sobrevivió del incendio. Los restos de las máquinas chamuscadas fueron apiladas en un rincón y restableció la electricidad para poder comenzar a trabajar.
Gracias a la ayuda de vecinos, familiares, amigos y personas de la que no esperó recibir ayuda, logró conseguir financiadas algunas viejas máquinas con las que reinició sus labores. Su esposa, Ligia Guerra, sufrió considerables quemaduras en sus extremidades y aún así decidieron enfrentar lo sucedido y salir adelante.
Hoy, cinco meses después de lo sucedido, Ricardo renace como el ave fénix, con una capacidad fantástica de resurgir de sus propias cenizas. Trabaja diariamente para recuperar por él mismo lo que perdió y espera seguir "echándole ganas" en el país que le abrió las puertas cuando no tenía nada.
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