La Democracia está transversalizada por la política, tal circunstancia implica que hay múltiples maneras de pensarla, hacerla o concebirla. Como actividad humana resulta imposible para el mismo hombre auto limitarla, pues como bien decía Aristóteles el mismo es un homus politicus, que se involucra en los asuntos de su comunidad o del Estado en procura de coadyuvar a la solución de los asuntos que impiden el bienestar general o el funcionamiento eficiente y eficaz del Poder, tomando como referentes ideológicos o prácticos para esa participación en los asuntos públicos o partidistas, la concepción o formación que se pueda tener respecto de la Democracia posible, pues este concepto es de permanente conformación, por los múltiples aspectos que debe atender y resolver.
En ese sentido, la Democracia es la única forma política y de gobierno, que brinda la oportunidad o las oportunidades a través de un sistema electoral libre, competitivo, transparente e igualitario a cualquier persona interesada en conducir los asuntos del Estado a lograrlo, mediante el voto que es la herramienta idónea para ello. Así ha ocurrido, muchos dirigentes pseudodemocráticos se han aprovechado del prestigio electoral de la Democracia, para arribar al Poder y luego han convertido ese sistema electoral que les sirvió de camino para conquistarlo, en un mecanismo restrictivo que ya no es tan libre, competitivo o igualitario, pues lo convierten en abusivo y ventajista, dada la precaria concepción que de la política tienen, animados eso sí de pulsiones dirigidas al autoritarismo electoral.
Ese autoritarismo electoral, según el autor Andrea Schadler, se caracteriza entre otras cosas por hacer elecciones en un marco de incertidumbre para los partidos políticos opositores, los cuales van a tener poca influencia en los procesos políticos del país, pues la acción autoritaria también se dirige a debilitarlos; de otra parte, aprovechándose de sus disputas internas, ofrecen incentivos a cualquiera de los bandos y en general alimenta divisiones; en relación a otros enconados adversarios, los puede encarcelar, inhabilitar políticamente o hacer que se vayan del país, con lo cual van limpiando el escenario político, pues a esta clase de autoritarismos no le interesa el pluralismo integral, sino limitado, ni tampoco la alternabilidad, sino la sucesión en el mando, mediante elecciones manipuladas.
En los autoritarismos electorales, los procesos comiciales están cargados de conflicto y de tensión, pues es natural en estos regímenes que coloquen a la ruta electoral, variados obstáculos para desmotivar el voto, lo que en el caso venezolano ha ocurrido varias veces al llevar al ánimo de mucha gente que la mejor postura era la de la abstención, consiguiendo con ello el régimen dominante un clamoroso triunfo electoral, al tener aún dividida a la oposición, a sabiendas que la sólida aglutinación de la misma, sería la causa de su derrota y salida del poder; lo peor es que cada día esos distanciamientos se profundizan, a pesar de ser el régimen dominante bastante vulnerable electoralmente por múltiples hechos de corrupción, su sistemática violación a los derechos humanos y su ineptitud gubernativa.
Para finalizar se recuerda que no puede ser motivo de satisfacción, seguir argumentando que la oposición es mayoría, esa oposición hay que transformarla en votos, unidos y cohesionados, para evitar la prolongación de la calamidad humanitaria que vivimos, producto de las maquinaciones contra una Democracia más liberal y transparente; al autoritarismo electoral hay que restarle espacios políticos para construir fuerzas sociales y movilizarlas, restablecer una cultura de respeto y en fin reinventar una mejor forma de convivencia social en donde los ciudadanos tengan mayores espacios para la participación y toma de decisiones en los asuntos colectivos, y sobre todo pueda de una vez por todas instalarse un CNE que resuelva con equidad los asuntos electorales de Venezuela.
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