El actual presidente de Venezuela no consigue sosiego en su entorno. Al parecer son muchos los conspiradores internos. La silla presidencial se la disputan en silencio los revolucionarios siglo XXI. Los abrazos que se ofrecen entre si tienen la connotación de despedida. Todos hablan de encuestas, rechazos y saqueo. Traiciones dicen algunos en privado, y hasta se dan el caché de expresar palabras altisonantes, para referirse a algún camarada caído en desgracia. La razón es sencilla, allí no se practica la libertad de conciencia, menos se permite el debate para subsanar dudas y hacer propuestas. Toda gira en torno a la decisión de la cúpula. Situación que tampoco escapa en un sector de la oposición.
La elección prevista para el año 2024 ha conseguido escape en los impulsos y amenazas del actual presidente Nicolás Maduro, y en los que se aferran a la polarización. Es la forma en que se distrae al ciudadano para pasar por alto los problemas serios que tiene el país. Que el presidente lo diga públicamente o no, es parte de la estrategia que a ellos les conviene. Estirar o recoger. Lo que deja los ojos con mirada agria es que a alguno de la oposición le agrade esa posibilidad, sabiendo que las opiniones divididas de los múltiples aspirantes, le daría el triunfo al oficialismo. Tal vez, estén pensando que, en el terreno de la manipulación, en el que se mueven, les garantiza seguir hablando en nombre de la disidencia para ejercer la vocería, y su representación. Entonces, el que se adelante el proceso es parte de la jugada acordada, en los términos del como va viniendo, vamos viendo.
Hasta donde esa maniobra les va a seguir rindiendo frutos, no se sabe. Lo cierto es que las condiciones para hacer política en Venezuela, han cambiado en 180 grados. La desnaturalización de la misma ha alcanzado niveles de extremo cuidado. Respeto al Estado de Derecho, no existe, y cada quien pulsa lo que más le conviene. La ausencia de confianza de los ciudadanos hacia las instituciones partidistas y sus dirigentes las tiene en el foso. El partido de gobierno tiene un apoyo del 14%. En los factores de la oposición no se llega a suma el 9% entre todos. Con un impresionante 70% de los ciudadanos que se encuentran a la deriva. Lo lamentable del asunto es que quienes se hacen llamar independientes, distantes de los partidos políticos, hoy están desesperados tratando de hacerse de un partido y del apoyo de los militantes de los existentes, para intentar demostrar que son los amos del valle. La incoherencia los arropa hasta cundo se sonríen.
La elección presidencial 2024 tiene además a los aspirantes a gobernadores en desespero. No terminan de entender que sin 2024, no hay 2025. Los ciudadanos van a dar su veredicto el día de la quema. El problema lo van a tener, quienes deben rendir cuentas de la frustración generada, una vez más, a la mayoría que dividieron por capricho y arrogancia. El 80% de rechazo por parte de los ciudadanos a la gestión de gobierno de Nicolas Maduro, lo tiene nadando en la tormenta interna de su partido, y de los agentes del gobierno comprometidos con la trama de la corrupción, pero eso no significa, que esté fuera de juego.
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