En 1969 un parto destapó el misterioso homicidio de un guardia de Peracal

Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Afectada por la soledad, la pobreza, la zozobra y la preocupación de que en pocos días daría a luz a su bebé, Ligia Esther Moncada Contreras de Becerra, de tan sólo 19 años, extrajo de un viejo cajón una pistola que había tenido resguardada desde hace aproximadamente nueve meses, la cual escondía la historia del misterioso asesinato de un guardia en el año 1968, que hasta ese momento no había podido ser resuelto, pese a las intensas investigaciones efectuadas por la Policía y la Guardia Nacional del estado Táchira. 

A pesar de que Ligia Esther sabía lo que podía ocurrir si alguien se enteraba de la procedencia del arma de fuego; decidió venderla a un conocido suyo que residía en el departamento colombiano de Norte de Santander, en una significativa suma de dinero que le serviría para cubrir los gastos del parto.

Esta acción desesperada se produjo a raíz de que su esposo y padre de su hijo, identificado como Juan de Jesús Becerra Jiménez se encontraba preso desde hacía más de un mes por orden del Juzgado Nacional de Hacienda de San Antonio del Táchira, por infracción a la renta de licores. 

La joven se dirigió el 22 de junio de 1969 al Hospital Militar de San Cristóbal, donde luego de una intensa labor logró dar a luz a su hijo. Horas más tarde, una comisión de la Policía Técnica Judicial (PTJ), de aquel entonces, y algunos funcionarios de la Guardia Nacional irrumpieron en su habitación para interrogarla sobre el homicidio del distinguido Francisco Rodríguez Sanabria, de 36 años de edad, cuyo cadáver había sido encontrado el jueves 05 de septiembre de 1968, a unos 150 metros de la alcabala de Peracal, en San Antonio del Táchira, donde estaba destacado.

Siguieron el rastro

La pistola que Ligia había vendido resultó ser el arma de reglamento que portaba el guardia nacional al momento de su muerte. Durante meses, este artefacto fue buscado por las autoridades sin lograr ninguna pista, incluso pensaban declarar el caso como un "ajuste de cuentas" porque creían que no iban a poder dar con el homicida, debido a que en la escena del crimen no había ningún rastro de quién o quiénes pudieron haberlo asesinado.

Finalmente, fueron informados que un hombre colombiano había intentado robar a una mujer en la localidad de San Antonio del Táchira con un arma de uso como las que utilizaban los efectivos de la Guardia Nacional. El hombre fue detenido y al ser interrogado, expresó que la pistola se la había comprado a una joven llamada Ligia Esther Moncada Contreras. 

Al ser decomisado el armamento, se dieron cuenta que tenía los seriales limados por lo que tuvo que ser enviado para su inspección a la ciudad de Caracas. Días después, los funcionarios lograron verificar que efectivamente era el mismo que portaba el distinguido Sanabria.

Es entonces cuando se dirigen al Hospital Militar de San Cristóbal en busca de Ligia Esther Moncada, quien en primer momento se negó a hablar de lo sucedido. Sin embargo, luego de varios intentos, la Policía logró que la mujer revelara el nombre del autor material del crimen del que ella había sido testigo y cómplice. Para sorpresa de las autoridades, el culpable era su hermano, Víctor Manuel Moncada Contreras, quien también se encontraba preso junto a su cuñado Juan de Jesús Becerra, por evasión de impuestos. 

Los investigadores se dirigen a Rubio donde Víctor y Juan de Jesús estaban detenidos. Allí descubren que Víctor, de 24 años de edad, era en realidad un ciudadano de nacionalidad colombiana nacido el 27 de junio del año 1945 en Bochalema, ubicada en el departamento del Valle del Cauca, al suroeste de Bogotá y Juan de Jesús era un expolicía venezolano, de 26 años de edad, nacido el 06 de junio de 1943 en el sector Barro Amarillo, municipio Independencia. Ambos, además de obreros, se dedicaban al contrabando de mercancía desde Venezuela hacia Colombia. 

Los hechos

Además, les resulta curioso la forma en la que Víctor Moncada los aborda, puesto que de inmediato confesó con total naturalidad haber asesinado al oficial. El hombre relató que en horas del mediodía del lunes 02 de septiembre del año 1968, se encontraba junto a su hermana Ligia Esther Moncada, su cuñado Juan de Jesús Becerra y su primo llamado José Antonio Moncada Cárdenas, de 22 años, también oriundo de la localidad de Bochalema en Colombia. 

Víctor declaró que los cuatro jóvenes transitaban por un desolado camino verde o "trocha" que conduce desde Villa del Rosario, en Norte de Santander hasta la hacienda El limbo, ubicada en El Diamante, cerca de Rubio, donde trabajaban como obreros.

Asegura que era un camino que tomaban muy seguido, por lo que conocían muy bien la zona y las personas que por allí merodeaban. Dice que en un sector distante, muy cerca de la alcabala de Peracal, les salió al paso el distinguido de la Guardia Nacional, Francisco Rodríguez Sanabria, quien con el arma de reglamento les ordenó tirar todo al suelo y colocar las manos arriba. Mientras los apuntaba les pidió a todos que se identificaran rápidamente. Según cuenta el joven, su cuñado Juan de Jesús Becerra Jiménez fue el único que sacó su carnet de reservista de la Policía Militar que tenía desde hace varios años; documento que el funcionario Sanabria tomó y guardó en el bolsillo izquierdo de la camisa de su uniforme.

Luego de requisarlos y hacerles varias preguntas, ordenó a los cuatro jóvenes seguir adelante en condición de detenidos. Aunque Víctor Moncada asegura que no estaban haciendo nada ilegal, asegura que un sentimiento de nerviosismo los invadió. Dice que habían marchado unos cuantos metros en dirección al comando de Peracal, cuando le dijo a su hermana Ligia Esther, que le entregase la bolsa de fique que portaba para sacar un caramelo porque se sentía mareado. 

Sin embargo, lo que Víctor extrajo fue un revólver calibre 38, corto, pavón blanco con el que pensaba hacerle frente al guardia. 

Disparos

 En cuestión de tan sólo segundos, el obrero se encontraba apuntando al militar, al tiempo que le exigía que los dejara en libertad. Los otros jóvenes habían comenzado a recoger sus cosas para salir corriendo del lugar, cuando oyeron dos disparos que los dejó inmóviles por unos instantes. Al levantar la mirada, observaron al militar con dos heridas de bala en el pecho, mientras que Víctor les gritaba que huyeran. 

Según contó más adelante, Moncada tuvo que disparar cuando vio que el militar se llevó la mano a la funda para hacer frente a quien lo amenazaba. "No recuerdo cuántos disparos hice", dijo, pero más tarde, asegura que cree que fueron dos, "pues en ese momento estaba muy nervioso y no sabía lo que hacía". Luego huyeron del lugar cuando observaron que el guardia herido caminaba tambaleándose hacia el lugar donde se le encontró muerto. 

Los funcionarios adscritos al caso, aseguran que días después de su confesión Moncada manifestó que actuó en defensa propia, añadiendo a su versión que el militar disparó cuando fue encañonado y que después efectuó otros disparos más al momento de la huida. Las autoridades niegan lo narrado, debido a que no se encontraron casquillos de bala del arma del guardia en la escena del crimen. 

Vuelven a la escena 

Al día siguiente, el martes 03 de septiembre de 1968, a primera hora de la mañana los jóvenes deciden que deben regresar en busca del documento de identificación que estaba en poder del difunto y para verificar que en realidad el hombre se encontraba muerto. Ligia Esther ni su esposo Juan de Jesús se encontraban dispuestos a ir, por lo que Víctor Moncada Contreras y su primo, José Antonio Moncada Cárdenas deciden caminar nuevamente desde Villa del Rosario hasta el sitio donde estaba el cadáver.

Al llegar al lugar, observaron el cuerpo inerte del distinguido de la Guardia, de donde extrajeron el carnet militar de Becerra Jiménez. Además de tomar el documento de identificación, los criminales decidieron apoderarse de su arma de reglamento y de otros objetos personales, como dinero, un reloj pulsera y un bolígrafo.

Durante la investigación, las pertenencias del difunto lograron ser recuperadas en la residencia de Víctor Moncada, ubicada en El Chícaro, cerca de Rubio, en el municipio Junín. Asimismo, el arma con la que el homicida perpetró el crimen fue decomisada por la Guardia Nacional de Rubio en esa misma vivienda donde Víctor la tenía escondida bajo un colchón. El juzgado de ese distrito le instruyó al asesino un expediente por tal causa. 

Luego de la confesión de los implicados, las autoridades decidieron regresar a la escena del crimen en el mes de junio de 1969, para realizar una reconstrucción del hecho delictivo y así poder establecer exactamente cómo sucedieron las cosas. Este proceso fue realizado en presencia del juez de Distrito, el fiscal del Ministerio Público, varios agentes de la Policía Técnica Judicial y otros funcionarios policiales.

Al calabozo

Víctor Moncada y Juan de Jesús que se encontraban presos en San Antonio fueron trasladados a un calabozo del puesto de la Guardia Nacional de Ureña, donde más tarde se les unió Ligia Esther Moncada, quien tuvo que dejar su bebé al cuidado de su madre para poder hacerse responsable por el delito de complicidad. Tres de los cuatro involucrados fueron enviados a los tribunales y condenados por el asesinato del militar; sin embargo, se desconoce el tiempo de condena que los jóvenes tuvieron que pagar. 

El cuarto cómplice, José Antonio Moncada Cárdenas, no pudo ser juzgado por la ley venezolana debido a que había sido asesinado a cuchilladas durante una pelea a manos de su hermano Jesús Cárdenas, el 25 de mayo de ese mismo año en la aldea La Palmita en San Josecito, municipio Torbes. 

Aunque este lamentable suceso hoy en día es poco recordado, para la fecha fue un caso con gran notoriedad debido a los esfuerzos que los efectivos policiales implementaron durante varios meses para lograr dar con el paradero de los asesinos de su compañero Francisco Rodríguez Sanabria, quien gozaba de gran reputación.

El 23 de junio de 1969, la noticia fue dada a conocer por los medios locales, gracias a una rueda de prensa celebrada en el puesto de la Policía Técnica Judicial (PTJ) ofrecida por su jefe, el inspector Luis Colmenares García y el teniente coronel, Jesús María Blanco Guevara, comandante del destacamento Número 1 de la Fuerza Armada Nacional, quien durante la rueda de prensa lamentó lo sucedido y expresó que tenía la certeza que el distinguido actuó con mucha confianza y valor frente a los individuos que causaron su muerte. 

Los datos de este terrible suceso se encuentran documentados en el archivo de la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", ubicada en el antiguo Alberto Adriani en la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira.

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