Decenas de ancianos víctimas de las "asesinas de la Burundanga"

Ariana Moreno | La Prensa Táchira.- Ancianos solos, lejos de sus familiares y sumamente amables eran las víctimas preferidas de un grupo de mujeres que preparaban pócimas de burundanga para suprimir la voluntad de estas indefensas personas y hacer con ellos lo que quisieran, incluso arrancarles la vida. 

Esta fue una práctica que silenció a decenas de adultos mayores en la localidad de San Cristóbal en el año 2004. Aunque hasta la fecha no se conoce cuántos de ellos cayeron en las manos de estas asesinas; se dice que los primeros meses de ese año muchos ancianos fueron reportados muertos en sus casas sin signos de enfermedades ni violencia, por lo que para ese momento fueron dados tanto por familiares como vecinos como fallecidos por causas naturales.

Sin embargo, el testimonio de una sobreviviente permitió alertar a las autoridades policiales y a toda la población tachirense sobre la presencia de un grupo de mujeres que se dedicaban a engañar y drogar a personas de la tercera edad, con el fin de robarlos y matarlos. 

Ganarse la confianza a través de regalos e inclusive hacerse pasar por doctoras, era uno de los tantos modus operandi que usaban estas malvadas mujeres para ganarse la confianza de estos nobles viejitos, quienes sin ninguna pizca de desconfianza accedían a realizarse falsos exámenes médicos o recibían jugos y golosinas. 

Otras veces se disfrazaban de visitadoras sociales que ofrecían ayudarlos a salir de la pobreza y para endulzarlos llevaban bolsas de mercado y cajas de bebidas. Lo que no sabían era que en realidad dentro de estas bebidas las mujeres escondían una sustancia que los llevaría directo a la muerte. 

La droga que insertaban es conocida en algunos lugares como "burundanga" y en otros como droga zombi o campanita, la cual históricamente ha sido utilizada en varias regiones del mundo con fines delictivos. Esta sustancia contiene escopolamina, que en pequeñas concentraciones da sueño, sumisión, pérdida de memoria y alucinaciones. 

Sin embargo, en dosis altas puede causar convulsiones, depresión severa, arritmias cardíacas, insuficiencia respiratoria, colapso vascular y hasta la muerte. Cuando esta sustancia entraba en el cuerpo, estos ancianos perdían el conocimiento en tan sólo minutos y es entonces cuando las mujeres aprovechaban para apoderarse de joyas, dinero y objetos de valor. 

La dosis era tan alta, que varios de estos ancianos fueron hallados muertos en sus hogares varios días después.

Sobreviviente

Estos crímenes habían pasado desapercibidos hasta que a finales del mes de mayo de 2004, María Luisa Contreras Zambrano, de 77 años de edad, notificó a las autoridades policiales que aproximadamente cuatro mujeres se habían hecho pasar por trabajadoras sociales para entrar a su casa. 

Según contó María Luisa a medios locales, el 22 de mayo llegaron a su residencia en la calle 15 con carreras 13 y 14 de Barrio Obrero dos mujeres, una con cabello liso y la otra, con el cabello bastante ondulado. Una de ellas dijo ser funcionaria del Gobierno, concretamente trabajadora social y la otra bastante joven, al parecer, adolescente fue presentada como su asistente. 

Tras varios minutos de conversación, las mujeres dijeron que debían hacer un informe sobre sus condiciones de vida y un estudio de la pensión que estaba recibiendo, a los efectos que no le fuera suspendida. Además, dijeron que debían dejar constancia de la situación de pobreza en la que vivían, con el fin de ingresarlos a una lista de ayuda para que comenzaran a recibir un mercado mensualmente. 

Según el relato de María Luisa, en esa oportunidad no ocurrió nada sospechoso, pero el martes 24 de ese mismo mes se encontraba en su casa junto a su hermano Jesús María Contreras Zambrano, de 73 años, cuando tocaron nuevamente su puerta.

Esta vez, la presunta visitadora social se presentó con otra mujer distinta a la que la acompañó el primer día, a quien presentó como la doctora que debía hacerle un examen físico. Al parecer, la mujer hizo tan bien el papel de doctora, que los ancianos se lo creyeron.

Según cuenta María Francelina Contreras, familiar de las víctimas , las mujeres estaban acompañadas también por un hombre que se quedó esperándolas en un carro. 

Antes de, supuestamente partir, le obsequiaron un mercado que, supuestamente, iban a comenzar a recibir de ahora en adelante. 

Esta artimaña les permitió ganarse la confianza de la pareja de ancianos, y es de esta manera como le obsequian un jugo de pera, el cual supuestamente se había perforado con una inyectadora para incorporar la sustancia denominada como Clorhidrato de Escopolamina, conocida popularmente como "burundanga". 

Más adelante se conocería que a María Luisa le pareció extraño que el jugo estaba abierto. Otro de los familiares de estas víctimas contó a La Prensa del Táchira que María Luisa recibió el jugo de cartón, pero que al probarlo se dio cuenta que era muy dulce y no lo bebió completo porque además de que no le gustaban las cosas tan dulces, era dañino para su salud. 

Sin embargo, su hermano Jesús María Contreras Zambrano había llegado cansado de una larga caminata desde el mercado de La Ermita, donde se encontraba cobrando la pensión y pagando los servicios públicos, por lo que se bebió todo el jugo.

En tan solo minutos, los dos hermanos quedaron inconscientes y la situación fue aprovechada por las ladronas, quienes se dispusieron a revisar la vivienda con calma para poder apoderarse de la mayor cantidad de objetos personales y otras cosas de valor que tenían resguardados. Según cuenta María Luisa, las mujeres lograron llevarse una fuerte suma de dinero que había sido obtenido con mucho trabajo y representaban los ahorros de toda su vida. 

Asimismo, se dice que las mujeres lograron llevarse manteles, paños, sábanas y otros artículos de lencería que tenían en el hogar.

Horas más tarde, una vecina a la que llamaban Alicia pasó frente a la vivienda de los hermanos Contreras y se percató que la puerta estaba abierta y sin señales de que hubiera alguien dentro, por lo que ingresó y encontró a los ancianos en estado de inconsciencia.

Muerte

Una llamada de auxilio hizo que los hermanos fueran trasladados al Hospital Dr. Patrocinio Peñuela Ruiz, conocido como el Seguro Social, donde fueron atendidos por varios días por el personal médico para intentar salvar sus vidas. Viendo un poco de mejoría, ambos fueron dados de alta en el Hospital del Seguro Social bajo tratamiento facultativo. Sin embargo, los efectos de las altas dosis de esta potente droga todavía seguía haciendo efecto en uno de ellos. 

Afortunadamente, María Luisa logró salvarse gracias a que tomó poca cantidad de la droga letal, pero su hermano Jesús no corrió con la misma suerte, ya que el somnífero causó graves daños en el organismo del hombre, provocando su muerte.

Los testigos de esta historia cuentan que en un principio los funcionarios policiales no quisieron tomar la denuncia de lo que pasó porque hasta el momento no habían muertes, pero cuando se conocío el fallecimiento quisieron ir a levantar la denuncia por lo que esta vez María Luisa no quiso rendir declaraciones, especialmente a los medios de comunicación que trajeron consigo.

Este deceso causó angustia y desesperación en la población de Barrio Obrero de donde Jesús Contreras y María Contreras eran residentes, puesto que este hombre era un hombre tranquilo y trabajador.

Según cuenta María Francelina Contreras, familiar de las víctimas, su hermano Jesús durante muchos años trabajó como banquero en el Banco de Occidente y el Banco de Maracaibo, su experiencia durante más de 30 años lo llevó a conseguir el cargo de cajero de bóveda, donde se encargaba de recibir, inspeccionar y resguardar los valores que entraban a la bóveda de ese reconocido banco venezolano. 

En esa área duró aproximadamente 5 años y salió jubilado con la esperanza de seguir con el negocio que le heredó su padre en el mercado de Guayana. Según cuenta María Francelina Contreras, su padre no podía trabajar más porque sufrió una embolia producto de la obstrucción de un vaso sanguíneo y él decidió tomar el control del negocio.

Tras conocerse este hecho, funcionarios de la Brigada Contra Homicidios de la Policía Científica se trasladaron a la comunidad de Barrio Obrero para comenzar a realizar investigaciones pertinentes. Aunque en un principio la sobreviviente del envenenamiento no podía dar declaraciones porque se encontraba en estado delicado de salud, tras su recuperación proporcionó a las autoridades policiales toda la información que les permitiera esclarecer los motivos de este crimen. 

El comisario, Gustavo Peña Suárez, jefe de la subseccional de la Policía Científica en San Cristóbal para ese entonces, informó a los medios de comunicación que comenzarían la búsqueda de dos mujeres y una menor de edad, sobre quienes recaen las sospechas de ser responsables del homicidio. Asimismo, Peña Suárez manifestó que el móvil de este hecho fue el robo. 

Los detectives trataron de obtener pistas o indicios que pudieran llevar a la identificación de las sospechosas, pero debido al tiempo transcurrido y la manipulación que se hizo del lugar, no hubo muchas esperanzas de obtener resultados positivos. La información periodística de aquella época permitió que muchas personas se enteraran de lo que estaba pasando y fue así como aparecieron muchas denuncias de familiares y vecinos de ancianos a quienes habían encontrado muertos en sus viviendas. Esto dio origen a una investigación policial a gran escala, determinando decenas de muertes, presuntamente, por este mismo motivo. Ante las dudas existentes, los funcionarios solicitaron el envío del protocolo de autopsia de todos estos ancianos para conocer los puntos extraños que fueron encontrados tras estas muertes. 

La doctora, Bexi Pineda, fue la encargada de realizar los exámenes de las muestras en los laboratorios de microanálisis y toxicología, con el fin de obtener algún indicio sobre envenenamientos en estos casos. A pesar de que no se pudo encontrar información sobre los resultados de estas muestras, las declaraciones de familiares apuntan a que estas personas también fueron víctimas de las "mata viejitos", como se les comenzó a llamar en esa época a estas asesinas. Entre ellos, se asume la muerte de Jesús María Omaña Ruiz, de 65 años, quien fue localizado sin signos vitales en su residencia en la calle 7 de Táriba, y de Ricardo José Chacón Sánchez (59), con residencia en la calle 14, quien fue trasladado sin signos vitales al Hospital Fundahosta. 

María Luisa, siendo la única testigo, se convirtió en una pieza clave para la investigación policial. Algunos dicen que las descripciones dadas por esta anciana permitieron a las autoridades realizar un retrato hablado de las asesinas. Sin embargo, pese a los esfuerzos de los funcionarios policiales estas mujeres nunca pudieron ser identificadas y se presume que huyeron a Colombia para escapar para siempre de la justicia venezolana.Esto sucedió en una época que el presidente Chavéz anunció que sería mandado un grupo de enfermeros a verificar la situación en que se encontraban los ancianos venezolanos. 

Los datos de este crimen fueron recopilados en la Hemeroteca Estadal "Pedro Pablo Paredes", antiguo Alberto Adriani.

Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR

Ver más:
Otras Noticias