En la relación entre Sociedad Política y los ciudadanos, se dan varios tipos o modelos de comportamiento entre ellos, con diferentes elementos y características que marcan una notoria interrelación o no con la organización política del Estado, al cual pertenecen y en donde ellos transfirieron toda su fuerza y poderío a un hombre o a un conjunto de hombres que forman parte de un cuerpo deliberativo. Concretamente los modelos de ciudadanía son: a) ciudadanos liberales; b) ciudadanos republicanos y c) ciudadanos comunitaristas.
El primero concede al hombre un estatus de libertades básicas. Para el modelo republicano los derechos políticos de opinión y participación son los modelos que configuran el estatus de ciudadano. Y el modelo comunitarista que reconoce y da igual valor a las identidades individuales y colectivas. Profundizando sobre el asunto es conveniente recordar que el ciudadano liberal percibe las reglas sociales como constricciones a su voluntad. Para el liberalismo los derechos fundamentales individuales tienen prioridad respecto a toda meta o valor común, así como sobre la autodeterminación colectiva o sobre la democracia.
El modelo comunitarista, por su parte, entiende que la comunidad política está al servicio de la identidad comunal. Bajo esta concepción el sujeto político principal no es el individuo, sino la comunidad, una comunidad considerada natural o como comunidad de pertenencia. Critican firmemente los aspectos negativos de la concepción liberal dominante en las sociedades modernas: individualismo, desintegración social, pérdida del espíritu público y de los valores comunitarios, lo que produce desorientación y desarraigo respecto a las tradiciones que proporcionan la cultura social de las identidades de los individuos.
De otra parte, ser ciudadano de una República implica asumir un compromiso en relación con los intereses fundamentales de la sociedad en su conjunto, lo cual a su vez supone la existencia de ciertas cualidades de carácter propias de cada uno de los miembros de la comunidad. Por tanto, un comportamiento caracterizado por la pasividad y desatención de los ciudadanos respecto de los intereses comunitarios no sería compatible con un ideal republicano.
Un modelo republicano de gobierno exige además una participación activa de todos los ciudadanos, con los representantes en procesos deliberativos, o sea, vinculados a los cuerpos legislativos en sus distintos niveles político-territoriales, pues en el republicanismo, los parlamentarios están llamados a defender también los derechos fundamentales, garantías procesales, libertades y el Estado de Derecho. Para los republicanos, en definitiva, lo que nos convierte en ciudadanos es la práctica de esa condición que se concreta en la participación política. Aunque en tal sentido, no existe en la actualidad una adecuada educación en valores o para el trabajo, promovida desde el Estado, para generar ciudadanos republicanos.
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