En el país se están desarrollando cambios en la manera de conceptualizar el término política y la aplicabilidad de estos estamentos que la caracterizan. No está demás argüir que luego de dos décadas entendamos como política la oportunidad de un conglomerado, que, a través del voto, elija quien lleve las riendas del erario público y quien formule leyes que estén acondicionadas a la realidad social que en medio de la vorágine no cesa de ser fluctuante.
Hoy día, ante la turbulenta mediática política estamos distribuidos en dos vertientes, la primera, que se gesta a través de un pensamiento liberal, y de la cual todos aducen como la idónea y, la segunda, germinada en un pensamiento autócrata que pese a su existencia hay quienes la solapan con la excusa de buscar un control que nunca se va a concretar.
Lo cierto es que estas propuestas con sus distintas vertientes se plantan en un campo de batalla, no para propiciar acciones que fortalezcan el mejoramiento de la vida en sociedad, sino para precisar, hasta hastío, que cada uno tiene la razón en situaciones que nos atañen de manera directa.
El resultado es que luego de cualquier proceso de elección legítima no hay concordia entre las partes, la ganadora y la derrotada se diferencian y, la brecha que se inició en pleno proceso propagandístico para llevar el mensaje a la masa social, se acentúa dejando a su paso los restos de ideas prometedoras en materia central pudieran nutrir la existencia social, la población, a todos.
Y es así que el sentido teórico de mejoría social se trasmuta a la practicidad que se evidencia en líderes que no proponen estructuras que modifiquen, para bien de todos, las costumbres arraigadas de ostentar un seudo poder por encima del bien común.
En el ámbito macro-social la actual situación de los bandos está presente, ahora diferenciados por colores y por ataques añejos que en nada nos benefician y, si vamos a tratar las crisis micro (por así llamarlas) los gremios, las federaciones, las asociaciones, los colegios son el reflejo, aún más crítico de regir el poder de sus órganos sin ocuparse del bienestar de sus miembros, en pocas palabras, entes neurálgicos para el desarrollo de la nación forman parte de una magma difusa que no quiere progreso sino instaurarse en el poder, limitado y en algunos casos, carente de conocimiento.
Qué requerimos, qué necesitamos son interrogantes que todos nos hacemos y solo una respuesta apunta a la realidad que deja en evidencia que los líderes deben modificar sus propuestas y costumbres o estarán a merced del peor de sus enemigos: la transformación y el avance. De allí que es necesario y conveniente a las sociedades buscar un punto de equilibrio donde los copartícipes en la fenomenología social consigan que sus expectativas, del colectivo, se han cubiertas o por lo menos evaluadas para buscar los enfoques que permitan conseguir la armonía entre quienes ejercen el poder y quienes lo asumen ser gobernador en pro del bien común como la base inequívoca del constructo social que delimita lo ideal o no para todos.
@drjduque
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR