Durante los últimos cuatro lustros Venezuela ha estado envuelta en un accionar agroalimentario construido sobre la base de la necesidad de promover este sector como determinante en la consecución de los objetivos sociales, han existido fallas, por su puesto, pero los aciertos también deben ser parte de la dinámica requerida para, bajo una actitud de desarrollo, presentarse como un aval a futuro.
No es un esbozo acerca de las políticas del Estado en torno a la producción de alimentos en bien de la nación, se trata de visibilizar un componente social en el cual todos estamos inmersos, las críticas variarán desde los famosos gallineros verticales hasta la necesidad de la constitución de conucos en zonas tan disimiles para la producción que pretende, grosso modo, involucrar a la población en una actividad necesaria para todos.
Lo cierto es que más allá de elementos fatuos, como los mencionados, es decididamente ineludible promover políticas acordes con la realidad que se nos viene encima, una realidad que se evidencia en el estado Táchira con el consumo de productos colombianos pese a la reserva incuantificable que se ostenta en la zona norte de la entidad.
Reitero que no se busca presentarse ante la opinión pública una conjura sesuda sobre un tema que se ha manejado y se maneja en esta nueva era de la promoción para la acción. Es presentar a la comunidad el porqué del consumo de lo hecho en Venezuela como garante de la distribución de la riqueza en suelo patrio y, por ende, la producción como punta de lanza de cualquier proyecto evolutivo en el país.
Con la apertura de la frontera, un hecho que pese a las críticas era necesario para el estado en términos culturales, sociales, humanitarios y económicos la autonomía agroalimentaria se confrontará con la inferencia comercializadora, es decir, la competencia está en casa y con ello el sector agroalimentario se enfrenta a un nuevo escollo el cual se dilucida en costos, los gastos operativos deben estar acorde con la realidad del productor y la realidad del consumidor final, con ello, no solo se establecerá el marco económico correcto para mantener la autonomía agroalimentaria ideal sino que además se potenciará el país y promoverá el área de los alimentos como bastión, al igual que el petróleo, del desarrollo patrio.
Es idóneo incrementar la producción de alimentos con base en el incentivo, de esta forma será posible aumentar los ingresos de quienes viven del campo sumado a la oferta en el mercado donde se abaraten los costos y mejore la adquisición en el consumidor final.
La premisa no es más que proteger al productor, consolidar el mercado nacional y mantener en la palestra pública el objetivo determinante de sector agroalimentario como un eje más de desarrollo, como parte de la construcción del país que queremos y que merecemos, como fenómeno real de la concreción de objetivos en el ámbito social, como el fundamento óptimo dedicado al avance y desarrollo de un país, no rico en bienes minerales, sino en gente laboriosa y honesta.
@drjduque
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