Agencias | La Prensa Táchira.- Es la cuna de la cultura, con el paso fuerte de los sones del tamunangue y con ese grito que estremece ¡Ah mundo Barquisimeto!". Paraliza a su gente, esa que celebra con júbilo los 469 años de la ciudad crepuscular y añora aquella tranquilidad de las épocas doradas.
Se sobreponen a esas limitaciones por servicios públicos y se llenan de orgullo con el sentido de pertenencia hacia esa promesa de progreso y desarrollo. Se sienten afortunados de trabajar en esta capital encrucijada, que se viste como la mejor anfitriona para recibir a quienes se dan un respiro, antes de continuar el recorrido a cualquier parte del país.
Una sonrisa es la primera ofrenda de los consultados para su terruño. Hablan con orgullo de un gentilicio que los caracteriza con la familiaridad y se valen de la humildad para superar ese batallar diario. Un gozo que se nutre sin la distinción de la ubicación geográfica, porque agradecen hasta la bondad del clima que puede calentar por las tardes y ofrenda con el ocaso particular que tiñe al cielo de rojizo, a manera de recordatorio de aquella Barquisimeto, del cuatro y el corrío, que inspiró al maestro Juan Vicente Torrealba.
Pasear por el casco colonial es respirar añoranzas, tal como lo recuerda el costumbrista Iván Brito, de aquella ciudad destacada por el comercio y servicios en 1891, cuya apertura atraía hasta trasnacionales. Era una cultura comercial rupestre con determinadas casas de gran importancia y con las posibilidades del desarrollo agropecuario, incluso con créditos que respaldaban el cultivo del café. Una tierra de influencia para los estados vecinos.
Otro detalle que marca las bases de esa solidez se alza en pleno siglo XX, cuando Fedecámaras, a finales de los años 60 la define como la capital del desarrollo. Pilares que estaban bien sentados y que insisten en mantenerse a flote, pese a la coyuntura país que se venía atravesando, pero terminó de concentrar ciertas amenazas con la sacudida por la pandemia extendida por covid-19.
Es un cálido refugio que recibe a visitantes con sus íconos, quienes la disfrutan y aprovechan en breve estadía. El monumento Obelisco está hacia el oeste y así como también esa tierra de hazañas que lleva a la Batalla de Los Horcones. El centro recuerda los recorridos de La Veragacha, así como el peculiar Guachirongo, que fue centro de atención del escritor Julio Garmendia. Tanta historia, que la melancolía se queda corta por tanta riqueza cultural.
Con el cronista Romel Escalona, se vislumbra un terruño con la promesa de desarrollo afortunada por la espiritualidad y ese capital humano que tiene mucho por ofrecer, respaldado en el orgullo de repensar lo que necesita y hasta donde se puede crecer. Una demanda que clama por jornadas permanentes de discusión, con las propuestas o sugerencias de cultores, artistas, líderes sociales, políticos, empresarios y hasta estudiantes. Todos en procuras de mantener esa base que siempre identificó a Barquisimeto, desde las óptimas condiciones.
Las respuestas empezarían, principalmente por ese rescate en la eficiencia de los servicios públicos y recuperación patrimonial, con asesoría de expertos.
Camino labrado
Los deseos también se concentran en la esperanza de volver a percibir ese movimiento constante con la entrada de los productores agrícolas al Mercado Mayorista (Mercabar). Un espacio que citaba desde el pequeño hasta el consagrado productor, para concentrar ese movimiento comercial de base a los municipios foráneos de Lara.
También se extraña esa movida cultural con funciones por escoger y conseguir butacas disponibles en el Teatro Juares. Un desfile de eventos desde cualquier expresión artística y que motivaba al semillero desde las nuevas generaciones de relevo, para avivar ese recordatorio desde las raíces de la identidad como pueblo.
Los espacios abiertos también claman por sus espectadores, como aquellos fijos de las mañanas dominicales con El Arlequín del parque Ayacucho, las peñas que animaban las tardes desde el patio del Museo de Barquisimeto y hasta las tardes de frescura para elevar papagayos en las adyacencias del Aeropuerto Jacinto Lara.
Los cronistas analizan este fenómeno, respondido desde el sentido de pertenencia que sigue presente y a veces entre aquellos "sin voz", por el temor de reclamar las fallas de las instancias gubernamentales, frente al temor de perder algún beneficio social.
Se refieren a ese pesar de los habitantes en comunidades con varios meses sin electricidad por el detonante común, como lo es la explosión de transformadores. También a la sequía en varios sectores por las fallas del servicio de agua. Mientras la movilización es toda una odisea por la falta de unidades de transporte con la escasez de combustible, condenando a trayectos kilométricos a pie.
Ese día a día tiene soporte en el entusiasmo del larense que se enfrenta a los miedos por la pandemia. Supera en valentía y sale a trabajar a diario por el sustento de su familia. También de aquel músico que no permite que se empolve su instrumento y contagia entre melodías, mientras la danza ondea aquella falda estampada de la bailadora. Toda una puesta en escena que abre un telón con la gracia del talento humano barquisimetano.
El período de los últimos 20 años queda resumido en una ciudad desasistida. Así lo considera el costumbrista Iván Brito, al lamentar que ni siquiera administraciones de oposición u oficialista han puesto un verdadero empeño en resolver ciertas problemáticas tan evidentes en el propio centro de la ciudad.
Se va hacia atrás y se ubica en el período del alcalde Macario González, para precisar que desde ese momento no se construye una acera por completo en el centro. También se queja de las penumbras hasta la calle 42, donde señala que podría contar apenas 10 bombillos en todo ese trayecto. Además, las partes más iluminadas es producto de los reflectores que han instalado algunos comerciantes y así resguardarse de la delincuencia nocturna.
El cronista Edilio López, también resalta la deuda con la actualización del Plan de Desarrollo Urbano Local (PDUL), al estar fuera de vigencia con las exigencias de una capital más extenso. Desde allí, se tendría una plataforma para la cobertura de servicios públicos, vialidad y demás aspectos.
Señala que "sólo se va resolviendo desde la forma y sin llegar al fondo" y se ignora que desde una mejor planificación se tendrán las debidas proyecciones. Así se rescataría con más alcance y no terminarían de colapsar, en progresivo.
Las exigencias siempre están por la calidad de la prestación de servicios, la accesible vialidad y una verdadera ordenación urbanística. Todo a conciencia del crecimiento que terminará desordenado.
Descarga nuestra app aquí o escanea el código QR