Fabiola Barrera | La Prensa Táchira.- A cielo abierto, sin protección de ningún tipo es que los caminantes hacen el recorrido desde sus hogares, hacia la frontera con Colombia.
No importan las condiciones meteorológicas que haya. Si es sol o lluvia. Si hace frío o calor, los caminantes no para su andar por las carreteras venezolanas, pues su meta es llegar a Colombia a como dé lugar.
Sin embargo, esta semana las lluvias no han dado tregua en la zona de frontera. La crecida de ríos y quebradas han obstaculizado el paso de migrantes a través de pasos ilegales, mejor conocidos como trochas, tras el cierre de la frontera por la llegada del COVID-19 tanto a Colombia como a Venezuela.
Esto ralentiza la llegada de cientos de migrantes, ya que durante los fuertes aguaceros que caen no solo en la frontera, sino en los diferentes municipios que forman parte del camino desde la entrada y hasta la salida del estado Táchira, deben parar la marcha y buscar dónde resguardarse, pues el mojarse puede implicar un riesgo para la salud de todos.
Para Yánica Duarte, emprender camino desde Valencia, estado Carabobo junto a sus cinco hijos no ha sido tarea fácil. Tras dejar todas sus pertenencias, con 35 años de edad, el pasado viernes agarró carretera a pie con destino a San Antonio del Táchira.
"Mi combo es de solo diez personas. Seis adultos y cuatro niños". Destaca que ha sido fuerte el camino, pues casi todo lo han hecho a punta de caminar. En la vía, funcionarios policiales en el estado Portuguesa la despojaron del único dinero con el que contaba para la alimentación de los pequeños, por lo que desde ahí en adelante ha podido alimentarlos gracias a la ayuda de la gente.
"Veníamos en el camión de ganado y en el bululú, la revisadera nos quitaron los cien dólares que habíamos traído. Viendo que traía niños, revisaron al bebé, sabiendo todo eso ellos nos dejaron sin nada", dijo.
Relata que el miedo los acecha sobre todo en las noches, sobre todo por la cantidad de niños que vienen con ella y lo peligrosa que es la vía en horas nocturnas. "Son carreteras muy angostas".
Madre y padre
Al no tener a quién dejarle sus cinco hijos, se los trajo consigo, esperando que en Pasto, lugar de destino, le pueda brindar un mejor futuro a sus pequeños que el que tenían en su propio paqís. "Ellos no tienen a nadie y son mi responsabilidad, así que debo arriar con mis chamos".
Sus hijos, con edades de 19, 16, 11, 10, 5 años la acompañan en la travesía. El más pequeño de ellos es un bebé de 4 meses, a quien alimentó con leche de vaca que dueños de fincas le regalaban al pasar por la zona. "Anoche nos regalaron un pote de crema de arroz y eso es lo que le hemos estado dando".
Ellos, en su mundo aprovechan las paradas para jugar con lo que consiguen en el camino. Piedras, tapas plásticas, palitos, cualquier cosa es útil a la hora de entretenerse. Unos en chancletas y otros con sus desgastados zapatos, ropas sucias por el camino, no perdían la energía que sí les faltaba a los más grandes.
Lamenta que ni siquiera tienen derecho al estudio, "quienes no cuenten con teléfonos inteligentes no pueden recibir tareas. Vas al colegio a buscar el plan de trabajo y la profesora no ha asistido a hacer ese plan. Uno quiere que sus hijos se superen, pero no es posible con esta situación?yo quiero que mis hijos se superen".
En su natal Valencia, Yánica trabajaba haciendo trenzas y demás peinados, con lo que le alcanzaba para cubrir los gastos de la casa. Sin embargo, la crisis mermó sus ingresos al punto de apenas lograr comer una sola vez al día.
Relata que durante su último embarazo se vio obligada a pedir en la calle para poder alimentar a sus hijos.
Como una aventura
Como la película "La Vida es Bella", los niños creen que el viaje desde sus hogares en el centro del país, hacia la frontera es una aventura.
Juegos, entretenimiento y otros momentos de cansancio es lo que viven los niños caminantes. Y es que no solo son adultos los que emprenden camino a pie hacia la frontera con Colombia. Un incremento en el éxodo del núcleo familiar completo se evidencia en las calles y avenidas de San Cristóbal que conducen hacia el límite entre ambos países.
Ellos, dentro de su inocencia no saben que sus padres ya no tienen qué darles para comer en la tierra que los vio nacer, por lo que prefieren arriesgarse y arriesgarlos a los peligros que esto implica, con tal de mejorar su calidad de vida. "Ellos saben, ha sido agotador, pero ellos lo ven como una aventura, una excursión y con eso se ha hecho el viaje más ligero".
Orgullosa de la capacidad de resistencia de sus hijos los cataloga ciomo unos guerreros, pues desde el viernes que salieron de sus casas, no se han quejado, a pesar de lo difícil que ha sido el camino hacia San Antonio.
Espera que el destino que les depare sea mejor, pues su situación en Valencia fue "deprimente".
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