El camposanto que se divide en mÃs de 36 cuarteles tiene un sector temido por todos especialmente por parte de sus trabajadores

Crédito: María Cárdenas

El camposanto, que se divide en más de 36 cuarteles, tiene un sector temido por todos, especialmente por parte de sus trabajadores

Sector N del cementerio: leyendas, apariciones y monedas que caen solas 

María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- El cementerio municipal de San Cristóbal, un lugar con más de 100 años de historia, guarda oscuros secretos y leyendas en cada una de sus caminerias. El camposanto, que se divide en más de 36 cuarteles, tiene un sector temido por todos, especialmente por parte de sus trabajadores que por ningún motivo se atreven a ir solos al sector N. 

Jesús había perdió a su padre hacía unos pocos meses, desde entonces cada lunes se dedicaba a visitar y brindar mantenimiento a su tumba. Como era hijo único debía encargarse de este ritual completamente solo, al joven nunca le había gustado visitar el cementerio y mucho menos el panteón donde descansaba gran parte de su familia, su padre era quien se encargaba de mantener en las mejores condiciones el lugar y ahora con él bajo tierra, Jesús sentía que era su deber continuar con la tradición, así no fuera de su agrado. 

Un día Jesús por cuestiones de su trabajo fue después de las tres de la tarde al cementerio y no en la mañana como acostumbraba, aquel día el lugar estaba desierto, no había ni una sola persona en todo el campo santo o eso parecía, al llegar panteón de su familia Jesús comenzó con su trabajo, rezó un par de oraciones y luego buscó el agua para comenzar a limpiar y con su palita desmalezar las pocas hierbas que crecían alrededor, cuando de pronto el sonido de una gran cantidad de monedas lo sacó de su concentración, miró hacia todos lados, pero no había nadie, así que continuo limpiando, a los pocos minutos el sonido nuevamente se repitió y esta vez mucho más cerca de donde se encontraba. El joven comenzó a caminar entre las tumbas, puesto que pensaba que tal vez había personas en aquel lugar. 

Jesús caminó varios metros, dio varias vueltas y el cementerio seguía igual de vacío. Cuando estaba decidido aceptar que todo era parte de su imaginación, nuevamente escuchó el sonido de las monedas y esta vez venía cerca del panteón de su familia. Al llegar se encontró con una extraña ave sobre la gran cruz de la tumba. El animal, que era tan grande como un zamuro, lo miraba directamente como si estudiara el rostro del joven. Jesús intentó ahuyentarlo; sin embargo, esto era inútil. El ave no se movía del lugar, el joven agarró su pequeña pala para amenazar al ave; sin embargo, en el momento en que la tomó, risas comenzaron a escucharse por todas partes. El ambiente cambió bruscamente y el aire se tornó pesado. Jesús miraba hacia todos lados, pero no podía ver de dónde venían aquellas siniestras risas, que parecían salir directamente del suelo.

Asustado, el joven tomó el resto de sus cosas y comenzó a correr hacia la salida del camposanto. Al llegar a la entrada se encontró con uno de los sepultureros y le contó lo que había pasado. El hombre, lejos de impresionarse, lo escuchó con mucha atención y al momento en que el joven le explicó en el sector donde estaba el panteón de su familia, el hombre asintió le dio al joven un poco de agua y le explicó que en aquel lugar suceden cosas extrañas constantemente. 

El sepulturero le contó que hay muchas leyendas en aquel lugar, cuentan que durante la dictadura gomecista un habilidoso ladrón había conseguido robar una gran suma de dinero a unos poderosos hombres. El ladrón fue capturado por la policía que lo trajo hacia el campo santo y en una de las cámaras subterráneas del panteón lo torturaron hasta la muerte para que revelara en donde había escondido su botín, puesto que se rumoraba que lo había ocultado en el mismo cementerio. Al parecer el botín nunca fue encontrado, pero el alma del ladrón se pasea en el lugar que fue torturado, precisamente en el sector N. Cuentan que suelta las monedas para brindar pistas sobre el paradero del dinero robado, no obstante un enorme pájaro negro siempre espanta a los incautos que intentan seguir el sonido de las monedas, como si una extraña maldición no dejara descansar el alma del ladrón.

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