María Cárdenas | La Prensa del Táchira.- En una de las calles de Pirineos II se encuentra una gran Cruz de La Misión, la cual guarda una triste y lúgubre historia sobre un alma condenada a custodiar un tesoro que no le pertenece. La leyenda cuenta que en horas de la madrugada un hombre vestido completamente de negro merodeaba en los alrededores de la cruz; sin embargo cuando alguien se intentaba acercar, el simplemente desaparecía.
Anna, quien lleva toda su vida viviendo en el sector, cuenta que su abuela se vio cara a cara con aquel espectro. Anna explicó que aquel hombre no un ser maligno, solo una víctima más de hombres avariciosos y creyentes de leyendas del más allá. Su abuela le contó que el espectro sufría una triste maldición, pues era el guardaespaldas de un terrateniente poderoso de estas tierras; el hombre guardaba una gran cantidad de dinero y como siempre era desconfiado y temeroso de que los más cercanos a él lo robaran, decidió esconderlo por partes en diferentes lugares.
El hombre vestido de negro acompañó al terrateniente a una de sus incursiones sin saber que sería la última. Los trabajadores abrieron una gran zanja en un terreno desolado, en el introdujeron un cofre de gran tamaño y antes que comenzaran a tapar el hueco, el hombre fue golpeado por sorpresa. Cuando recuperó la conciencia ya era demasiado tarde, estaba siendo enterrado vivo junto al tesoro para ser su custodio. El terrateniente tenía una fascinación por lo oculto, por eso para alejar a los ladrones, enterraba vivo a uno de sus hombres más fieles para que en la otra vida defendieran su riqueza.
Eventualmente el terrateniente murió, aquel tesoro fue olvidado y muy cerca del lugar se levantó la Cruz de La Misión, en donde el hombre vestido de negro era visto constantemente. Todos en el lugar temían pasar por ahí, puesto que habían escuchado historias macabras sobre ese extraño hombre, sin embargo la abuela de Anna siempre con su escapulario, aseguraba que no había mal que Dios no le pudiera apartar.
Una noche, mientras volvía a su casa vio al hombre merodeando muy cerca de la cruz, la mujer lejos de acobardarse se acercó al espíritu y lo enfrentó en nombre de Dios, este con voz lúgubre y melancólica le narró su historia y con ella la manera de encontrar la paz y el tesoro.
Le dijo a la mujer que la única manera de poder descansar era que le fueran ofrecidas tres misas en su honor y el tesoro que estaba enterrado cerca de la gran Cruz iba ser dado a aquella persona que no guardara avaricia en su corazón. Para demostrar que decía la verdad, le dijo a la mujer que escarbara en el sitio indicado y de allí recuperó una cruz y un rosario, ambos dorados.
La abuela de Anna cumplió su promesa al hombre de negro, a la mañana siguiente fue la iglesia y ofreció en su nombre tres misas. Sobre el tesoro, la mujer después de escuchar la historia no quería poner sus manos en él; sin embargo les comentó a algunos hombres del sector, quienes enseguida se pusieron manos a la obra para encontrar el tesoro.
Tras pasar varias horas cavando, finalmente una de las palas dio con una gran cofre de metal. Los tres hombres se miraron emocionados, pero no tuvieron en cuenta el consejo de la mujer antes de iniciar su búsqueda, puesto que al ver el tesoro sus mentes se nublaron con la avaricia y al momento que uno de los picos intentó mover el gran cofre, pasó algo muy extraño, la tierra comenzó a desmoronarse bajo el baúl y comenzó a succionarlo, hasta que sin explicación alguna desapareció.
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